Ambientada en la llamada Guerra de Comunidades, va desgranando el sentir de los personajes, gentes del pueblo llano, sus ilusiones y esperanzas que aquella traería a Castilla frente al poder Real, Alta Nobleza e Iglesia. Unos involucrados sin desearlo pero que de inmediato harán suyas las ideas comuneras; otros convencidos pelearán hasta encontrar la muerte porque morir era una forma de alcanzar la libertad que tanto anhelaban, aunque para ello tuviesen que convertirse en “bandidos” al ser derrotados por las armas, no por los ideales. Los personajes que la historia nos ha legado: Rey, Reina, Capitanes, Nobles…, aparecen en un segundo plano a excepción del obispo de Zamora don Antonio de Acuña y María Pacheco. Los otros, relegados por los grandes desconocidos y verdaderos protagonistas del pueblo que fueron los castellanos.
Reflexiones y pensamientos encontrados de doña Juana; de los cabecillas comuneros, como el Obispo Acuña planteándose si era la misión de un prelado pelear con la espada en una mano y con la otra bendecir a su ejército; igualmente la lucha por aquella libertad, tozuda, de María Pacheco tomando la bandera y dirección de Toledo que su marido, Juan de Padilla, junto a otros nobles e hidalgos, le había legado.
En este contexto aparece, como una cuña, los Iluminados, la mayoría conversos defendiendo un nuevo concepto de religión; igualmente gentes sencillas que únicamente desean vivir y trabajar sus tierras o pequeños talleres, sin entender cómo se había llegado a tal enfrentamiento; otras defendiéndolo, viéndolo como la plena liberación frente a unas leyes ancestrales y opresoras.